Crítica Cultural

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domingo, 27 de julio de 2014

La arquitectónica de Vito Cano.

 Buscando el cielo.

Para llegar hasta el cielo,
he dejado los caminos
que siguieron los profetas,
para perseguir mis sueños
por senderos y veredas.

He borrado en la memoria
las doctrinas y los dogmas,
para colmar mis anhelos
con ilusiones nuevas.

Para llegar hasta el cielo,
aprenderé los idiomas
con el que hablan las flores
y el viento cuando susurra
al oído de las hojas.

Con el que cantan las fuentes
cuando llega la mañana
y el ruiseñor sus amores
a la luna enamorada.

Porque al cielo llegaremos
y es mi única certeza,
recorriendo los caminos
que tracemos en la tierra

LINO FLORIANO CORBACHO.


Vito Cano

 
Debe ser por el hecho de estar quedándonos sin espacio en el planeta o por estar cada vez más apretados en los espacios públicos, por lo que nuestros arquitectos se afanan en diseñar edificios amplios y luminosos, en definitiva diáfanos. Algunos acudirán a la Bauhaus y sus grandes talentos para justificar tanto minimalismo. Allí, la funcionalidad se desplazó en pos del diseño. Ni la iluminación de la que parecían estar dotados arquitectos como Mies van der Rohe, podría explicar el hecho de que sus edificios sean más parecidos a esculturas que a lugares realmente habitables. Después de todo, habitar no es más que vivir en una ubicación determinada. Pero parece que las edificaciones ya no están pensadas para que vivamos en ellas, sino para que se proyecten sobre las ciudades como símbolos de identidad. ¿Hemos olvidado que los espacios si no son habitables nos hacen sentir ajenos a su naturaleza? La terminal 4 en Madrid de nuestro querido Calatrava, es un ejemplo de esto a lo que nos estamos refiriendo. Esta monstruosidad inmensa podría incluso hacer sentir a algún piadoso una experiencia sublime. Algo muy distinto a sentir la más mínima humanidad o identificación con una construcción semejante.
Similar a la conocida t4 es nuestro hospital Tierra de Barros, salvando las distancias claro está. Una edificación considerablemente alta, con un híbrido entre hall y sala de espera en su entrada que hace las delicias de una distribución del espacio innovadora. Un ambiente aterido, neutro, inhabitable, etc., salvo por un detalle de gran importancia. Esta espaciosa sala está delimitada por un muro en el que el pintor Vito Cano ha llevado a cabo una de sus obras más representativas. Y es que el artista de Almendralejo ha conseguido que esta terminal para familiares se convierta en un verdadero espacio habitable. Algo que ha logrado sacando a nuestra percepción de la proximidad cavernícola en la que está sumergida por el universo mediático.



Vito nos propone un espacio de vida, alegría, confort, pero también de reflexión. Nos devuelve nuestra tierra (si es que nos ha pertenecido alguna vez) tal y como es, como verdaderamente es. Evidentemente, su trazo ha podido ser equívoco, pero no su percepción, que sin duda ha captado el olor, el sabor, el tacto de todo cuanto nos rodea en Tierra de Barros. Incluso podríamos decir que sus imágenes son poliestéticas, irrumpen en el paladar de nuestro cerebro ofreciéndonos todo tipo de sensaciones. O lo que es lo mismo, el pintor almendralejense nos descubre hacia una realidad sin paliativos, tras descorrer el velo nos propone mirar nuestra tierra directamente.



Como hemos dicho, también nos invita a reflexionar. Nos plantea o cuestiona la imagen que tenemos de nosotros mismos. Algo que hace abriendo espacio, permitiendo el abrazo con el entorno, generando un nuevo imaginario. De este modo, Vito Cano nos da una segunda oportunidad. Ahora, podemos volver a mirar-nos desde fuera, con la conciencia, con el enriquecimiento pictórico que se nos brinda. Y así, volver a disfrutar en nuestro habitar, recuperar esa mirada estética que nos haga sentir la luz, nuestra luz, el color, nuestro color y esa alegría tan nuestra con la que nos interpela este gran artista.
Vito tiene la capacidad de transfigurar la contemplación del entorno, de hacer presente la belleza, de articular las sensaciones en un conjunto figurativo tan sencillo, que incluso nos invita a la pintura. Pero el arte de Vito Cano no está en el despliegue técnico, ni en lo cuantitativo, para eso ya tenemos las nuevas tecnologías, sino en lo cualitativo, en permitirnos degustar las experiencias que evoca nuestra tierra. Y lo consigue casi sin que tengamos que hacer más esfuerzo que detenernos algunos segundos frente a este mural. Es un artista, eso está claro, pero además es generoso, porque nos ofrece todo esto sin someternos  a un gran esfuerzo intelectual. Su sensibilidad está a flor de piel en cada flor. Tan sólo tenemos que volver a pestañear para verla como si no la hubiéramos visto jamás.



Vito, en este abrir un espacio habitable a través de su pintura, nos traslada a un mundo imaginado, lleno de texturas, aromas, sabores, etc., haciéndonos olvidar esta persecución que mantenemos con lo cotidiano. Tanto es así, que pudo quizá haberme hecho olvidar el propósito de mi estancia en aquel lugar, la operación de mi madre. Durante un instante en el que perdí la noción del tiempo, miré el mural sin saber, incluso sin desear saber lo que tenía delante. Si de otra obra se hubiera tratado, no habría hecho más que deslizar la mirada por la superficie. Pero en ese momento, el percepto había engullido al concepto. Estaba tan completamente ensimismado por el mirar, tan absorto por lo que realmente veía, que no me percaté de ninguna otra cosa. Y, ¿Qué más real que una madre?, ¿Qué más cercano?, ¿Qué más próximo?… Lo que nos devuelve Vito; el poder habitar nuestro espacio, la totalidad de él, nuestra identidad, lo que verdaderamente somos, que está presente en cada una de sus figuras. Pero su gesto artístico no reside en este mostrar, sino en el haber conseguido ver este punto de vista de nuestra comarca. La valía de esta obra, el secreto de este artista, su verdadero genio, radica en el imponerse, o mejor dicho, sobreponerse a lo cotidiano y contingente. Y de este modo, mostrar aquello que era invisible a los ojos: lo ESENCIAL de nuestro Ser.



Si vuelve al hospital y se encuentra frente al mural de Vito Cano, tómese su tiempo, ingiéralo, porque de lo contrario puede acabar caducando.


Cecilio J.Trigo.




Publicado en copelacapital