Para llegar hasta el cielo,
he dejado los caminos
que siguieron los profetas,
para perseguir mis sueños
por senderos y veredas.
He borrado en la memoria
las doctrinas y los dogmas,
para colmar mis anhelos
con ilusiones nuevas.
Para llegar hasta el cielo,
aprenderé los idiomas
con el que hablan las flores
y el viento cuando susurra
al oído de las hojas.
Con el que cantan las fuentes
cuando llega la mañana
y el ruiseñor sus amores
a la luna enamorada.
Porque al cielo llegaremos
y es mi única certeza,
recorriendo los caminos
que tracemos en la tierra
LINO FLORIANO CORBACHO.
Vito Cano |
Debe ser por el
hecho de estar quedándonos sin espacio en el planeta o por estar cada vez más
apretados en los espacios públicos, por lo que nuestros arquitectos se afanan
en diseñar edificios amplios y luminosos, en definitiva diáfanos. Algunos acudirán
a la Bauhaus y sus grandes talentos para justificar tanto minimalismo. Allí, la
funcionalidad se desplazó en pos del diseño. Ni la iluminación de la que parecían
estar dotados arquitectos como Mies van der Rohe, podría explicar el
hecho de que sus edificios sean más parecidos a esculturas que a lugares
realmente habitables. Después
de todo, habitar no es más que vivir en una ubicación determinada. Pero parece
que las edificaciones ya no están pensadas para que vivamos en ellas, sino para
que se proyecten sobre las ciudades como símbolos de identidad. ¿Hemos olvidado
que los espacios si no son habitables nos hacen sentir ajenos a su naturaleza?
La terminal 4 en Madrid de nuestro querido Calatrava, es un ejemplo de esto a
lo que nos estamos refiriendo. Esta monstruosidad inmensa podría incluso hacer
sentir a algún piadoso una experiencia sublime. Algo muy distinto a sentir la
más mínima humanidad o identificación con una construcción semejante.
Similar a la
conocida t4 es nuestro hospital Tierra de Barros, salvando las distancias claro
está. Una edificación considerablemente alta, con un híbrido entre hall y sala
de espera en su entrada que hace las delicias de una distribución del espacio
innovadora. Un ambiente aterido, neutro, inhabitable, etc., salvo por un
detalle de gran importancia. Esta espaciosa sala está delimitada por un muro en
el que el pintor Vito Cano ha llevado a cabo una de sus obras más representativas.
Y es que el artista de Almendralejo ha conseguido que esta terminal para
familiares se convierta en un verdadero espacio habitable. Algo que ha logrado
sacando a nuestra percepción de la proximidad cavernícola en la que está
sumergida por el universo mediático.
Vito nos propone un espacio de vida, alegría,
confort, pero también de reflexión. Nos devuelve nuestra tierra (si es que nos
ha pertenecido alguna vez) tal y como es, como verdaderamente es. Evidentemente,
su trazo ha podido ser equívoco, pero no su percepción, que sin duda ha captado
el olor, el sabor, el tacto de todo cuanto nos rodea en Tierra de Barros. Incluso
podríamos decir que sus imágenes son poliestéticas, irrumpen en el paladar de
nuestro cerebro ofreciéndonos todo tipo de sensaciones. O lo que es lo mismo,
el pintor almendralejense nos descubre hacia una realidad sin paliativos, tras
descorrer el velo nos propone mirar nuestra tierra directamente.
Como hemos dicho,
también nos invita a reflexionar. Nos plantea o cuestiona la imagen que tenemos
de nosotros mismos. Algo que hace abriendo espacio, permitiendo el abrazo con
el entorno, generando un nuevo imaginario. De este modo, Vito Cano nos da una
segunda oportunidad. Ahora, podemos volver a mirar-nos desde fuera, con la
conciencia, con el enriquecimiento pictórico que se nos brinda. Y así, volver a
disfrutar en nuestro habitar, recuperar esa mirada estética que nos haga sentir
la luz, nuestra luz, el color, nuestro color y esa alegría tan nuestra con la
que nos interpela este gran artista.
Vito tiene la
capacidad de transfigurar la contemplación del entorno, de hacer presente la
belleza, de articular las sensaciones en un conjunto figurativo tan sencillo,
que incluso nos invita a la pintura. Pero el arte de Vito Cano no está en el
despliegue técnico, ni en lo cuantitativo, para eso ya tenemos las nuevas
tecnologías, sino en lo cualitativo, en permitirnos degustar las experiencias
que evoca nuestra tierra. Y lo consigue casi sin que tengamos que hacer más
esfuerzo que detenernos algunos segundos frente a este mural. Es un artista, eso
está claro, pero además es generoso, porque nos ofrece todo esto sin
someternos a un gran esfuerzo
intelectual. Su sensibilidad está a flor de piel en cada flor. Tan sólo tenemos
que volver a pestañear para verla como si no la hubiéramos visto jamás.
Vito, en este
abrir un espacio habitable a través de su pintura, nos traslada a un mundo imaginado,
lleno de texturas, aromas, sabores, etc., haciéndonos olvidar esta persecución
que mantenemos con lo cotidiano. Tanto es así, que pudo quizá haberme hecho
olvidar el propósito de mi estancia en aquel lugar, la operación de mi madre.
Durante un instante en el que perdí la noción del tiempo, miré el mural sin
saber, incluso sin desear saber lo que tenía delante. Si de otra obra se
hubiera tratado, no habría hecho más que deslizar la mirada por la superficie.
Pero en ese momento, el percepto había engullido al concepto. Estaba tan
completamente ensimismado por el mirar, tan absorto por lo que realmente veía,
que no me percaté de ninguna otra cosa. Y, ¿Qué más real que una madre?, ¿Qué
más cercano?, ¿Qué más próximo?… Lo que nos devuelve Vito; el poder habitar
nuestro espacio, la totalidad de él, nuestra identidad, lo que verdaderamente
somos, que está presente en cada una de sus figuras. Pero su gesto artístico no
reside en este mostrar, sino en el haber conseguido ver este punto de vista de
nuestra comarca. La valía de esta obra, el secreto de este artista, su
verdadero genio, radica en el
imponerse, o mejor dicho, sobreponerse a lo cotidiano y contingente. Y de este
modo, mostrar aquello que era invisible a los ojos: lo ESENCIAL de nuestro Ser.
Si vuelve al
hospital y se encuentra frente al mural de Vito Cano, tómese su tiempo,
ingiéralo, porque de lo contrario puede acabar caducando.
Cecilio
J.Trigo.
Publicado en copelacapital
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