Crítica Cultural

Crítica Cultural

lunes, 20 de octubre de 2014

Bajar el volumen*




Da igual que pongas la televisión, escuches la radio o sencillamente leas un periódico. Todos se han olvidado de ti, y es curioso, porque si les pagan es porque los estás viendo, escuchando o leyendo. No les importas lo más mínimo, de hecho plantéate si le importas a alguien.

Bienvenido a la MODERNIDAD, su letrero brilla como el de un casino de las Vegas. Algunos la han llamado POSTMODERNIDAD, pero el prefijo POST no es más que el reciclado de la misma escoria con idéntico sabor a mierda. Un refinamiento `snob´ que cuajó en las universidades a mediados del XX. La expresión terminológica de la desorientación en un siglo que no hemos acertado a saber cuándo empezó y cuando terminó, si es que realmente ha terminado. El concepto sigue siendo el mismo, solo han cambiado el orden de las palabras, ahora leemos desde aquí hacia allí.

No soy el primero que dice esto. He desechado cualquier posibilidad original. Poner algo tras una pantalla no lo convierte en algo nuevo, decirlo a voz en grito no lo hace verdad. No se oye más que un ruido molesto e incomodo. Demasiado alto, violento en la sociedad menos violenta que ha conocido la historia de la humanidad. Te lo están sirviendo de una forma sutil y refinada, pero han escupido en tu sopa. Y sus buenas maneras no son porque tengas un agudo criterio, solo les importa la estética de un diseño sencillo. Es simple, la sordera es crónica y generalizada. Noticieros, matinales, discursos políticos, todo parece escrito por la misma persona. Ver un telediario es como leer a Palahniuk o ver una película porno mientras comes palomitas, como decía aquel crítico literario al que pagaron para que comentase su novela más famosa. Pareciese que en la sociedad en la que vivimos solo hubiese combates de boxeo por todas partes. Un estado de guerra permanente. Un conflicto armado en cada rincón de este humeante planeta. Las fuerzas del orden luchan contra manifestantes exaltados. La OTAN se prepara para una ofensiva contra el terrorismo internacional. Una epidemia virulenta arrasa países enteros. ¿Se ha roto la puerta entre la realidad y la ficción? ¿Nos están proyectando la grabación de nuestras propias calles? ¿Estás dormido? No lo sabes, la autoconciencia se ha convertido en un mito desde que han localizado lo que la hacía posible. Todo parece espectáculo, pero no lo es, ¿verdad? El mundo está convulso por la crisis de valores que estamos sufriendo, es fácil pensar que esto solo será el transcurso hacia un estado mejor, o ¿no?

Las distopías, el fin del mundo, una invasión zombi, etc. Son solo cosas que pasan en las películas, ahora quizá también en las series, pero no salen de la caja que las proyecta. Es puro entretenimiento, ocio, una forma de desconectar después del trabajo o el estudio. Un día cargado de noticias terribles se merece cuanto menos una invasión zombi para que uno pueda relajarse tomando una cerveza. Los zombis por lo menos te miran, te reconocen a través de la pantalla. Y ahí te tienen, con el rostro desencajado, sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo. Acaban de devorar a un ser humano, pero es solo eso, ficción hiperreal. No ha pasado nada más, sigo en mi sofá igual que siempre, no ha cambiado nada. Estoy despierto, muy despierto, la excitación que provoca la sangre y esa extrema violencia no dejarían que perdiese un ápice de la trama argumental. Pura emoción. Tu día a día no se parece en nada a todo lo que te divierte y te hace sentir bien. A todo lo que te hace sentir vivo, que te invita a participar de ti mismo, de tus entrañas, de todo lo que te retuerce por dentro haciéndote sentir miedo, deseo, excitación, un ser humano en definitiva.  Eres algo que lleva impreso en su interior una tarjeta de supervivencia y no creo que tengas que disculparte por ello. Te has hecho a base de dolor y muerte. No, el diario es aburrido, gris. Las continuas confrontaciones en lo mediático y en la política aburren soberanamente. `Que si tú esto, que si tú lo otro´, juegos de niños, de niños enfermos. Enfermos por la ceguera que provoca el egoísmo. Un egoísmo que les ha hecho olvidarse de mí. Y aquí estoy viendo una serie…




* Esto no es un artículo. Es la reflexión previa y espontanea de alguien que tendría que haber escrito un artículo y no lo ha hecho.



Cecilio J. Trigo

Publicado en Copelacapital

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